Bajé la luna y dejé la noche oscura
con las estrellas cómplices nocturnas.
Hasta tus manos la traje como espuma
y tu asombro al verla fue un instante.
Tocaste con tus manos delicadas
sus valles y las montañas rocosas,
y mirando mis ojos con ternura,
dijiste suavecito con dulzura:
la veo y pensé que era otra cosa.
Al cielo la llevé y busqué en los mares
las aguas más azules y más bellas
y traje desde lejos las más puras.
Las puse con cuidado en un gran sobre
con moños de regalo y con tu nombre.
Al verlas exclamaste ¡qué belleza!
Buscaste con tus dedos sus oleajes
y el cuerpo zambulliste con destreza.
Al tiempo ya cansada de los juegos
mirándome a los ojos me dijiste:
qué lindo que es el mar cuando se goza
pero en verdad pensé que era otra cosa.
Llevé de nuevo el mar a sus lugares
y vi lindas montañas con su nieve.
Te traje las mas grandes, con glaciares,
la nieve como copa blanca y suave
envueltas en mil árboles frutales.
Qué lindas son las nieves de la cima
exclamaste con tu voz asombrada;
y en camino en la ladera boscosa
dijiste que esperabas otra cosa.
Y en tanto fui llevando las montañas
tus manos enlazaron una extraña
y en pasos que imitaban una danza
pusiste en tu camino otra esperanza.