En este otoño aún cauto,
entregado a las ausencias,
una primera claridad declina,
alarga la huella de su mística.
En su secreto se hallan
el pájaro y la estrella,
el viento que pasa
y de algún modo golpea,
la hoguera que se entierra
en noches de humo y cenizas.
Ahora alcanzo a comprender
tu apócrifo canto,
la permeable rapsodia
de ocres y de sienas.
El mar se transfigura
en inasibles ecos,
oceánica lejanía en la grieta del tiempo.
Un largo cansancio,
de ósea corteza,
se va trenzando entre mis días grises
como mefítico mantra.