Enterrado contigo a cal y canto,
mi clamor y quebranto
y todo el infortunio y su tamaño,
callado y melancólico, te extraño:
ya cuento más de un año
tu ausencia, mi aflicción y mi quebranto.
Quisiera el equilibrio de mi llanto,
y al derramar mi canto
-ejercicio vital de todo un año-
quisiera, generoso y sin engaño,
a lágrimas sin daño,
parar el desarrollo del espanto.
Que se anegara en llanto todo el pecho,
y floreciera espasmos de alegría;
el fin de la sequía
el campesino clama insatisfecho.
Y descansar del llanto y del acecho
para contar, milagro de ese día,
la tierra toda ansía:
el aire, la cañada y el barbecho.
Deogracias González