“El panorama es muy, muy malo. Los árboles se están muriendo, las plantas se están muriendo…Se está despojando a los ríos de la vida misma”
Anthony Herman
! EL HOMBRE CÓSMICO ¡
La sequía se prolongaba. Hasta donde llegaba la vista ningún verde quebraba la monotonía del paisaje seco que rodeaba al rancho de estantéo.
Ya no era el aroma en la flor, ni estaba el rocío en el pasto. No había pato ni flamenco, ni laguna que los contuviera. Jamás fue tan agobiante el ardor y el aire tan seco.
La vieja de la choza cebaba terere callada y el viejo tampoco hablaba.
Se acercaban a la casa en número creciente las ratas famélicas y sedientas. El instinto las alarmaba; no había cabras y no estaban las vacas. El chiquero yacía seco y el aljibe no tenía agua.
Los embalses vacíos no recibían lluvia, los ríos y arroyos de la zona se secaban y las alimañas se acercaban a las casas por cusa de la sed.
El Sol, con ser el de siempre, llegaba con más furia al planeta.
El ardor de su fuego apabullante crecía con la huida del ozono, que cada vez menos, paraba la radiación mortal.
Alrededor de la vivienda la cantidad de ratas aumentaba por momentos. Ya se habían hartado de queso, gallinas y granos.
Estaban nerviosas y venían por más.
El viejo del rancho probó para ahuyentarlas con menta y cebolla. No sirvió. Y no hubiera servido, aunque las plantas no se hubieran secado.
Molió la imagen de la virgen, del gauchito Gil, la estatuilla de Gardel y cayeron los bustos de Eva y de Perón. Necesitaba el yeso para probar la trampa desesperada contra las ratas.
Después de mezclar el polvo blanco con chocolate molido, lo puso en derredor de la casa, en recipientes de lata y también agua, que apenas goteaba de la bomba.
Se suponía que el gusto de los ratones por el cacao los llevaría a comer la mezcla.
El yeso con el agua fraguaría y la pelota dura que se formaría en las entrañas de los roedores provocaría su muerte.
Y así fue. Lo demostraba la cantidad de ratas desparramadas sin vida en el patio.
De todas maneras su presencia aumentaba en forma más que alarmante. Con las cucarachas, heredarían la tierra que por momentos se recalentaba más y más…
El episodio del gato fue repugnante; los había impresionado profundamente.
Al principio el olor del felino las mantenía alejadas, y vaya saber porque antiguo instinto gregario, como poniéndose de acuerdo, en un momento rodearon al gato, se abalanzaron sobre él, y lo devoraron exhibiendo una agresividad feroz.
Ya se habían comido las vacas, los chanchos, las cabras, los patos y un Pavo Real. Los perros habían emigrado.
No se podía pensar en irse del lugar. También se habían devorado al jamelgo que tiraba del sulqui.
Las ratas formaban en sus nerviosos movimientos el remedo de la superficie tranquila de un ondulante mar
en blando movimiento.
Así recorren a todo momento y todos los días los mismos sitios en un radio muy limitado.
Son una de las especies con más poder de supervivencia de la tierra. Pero en un mundo en agonía morirían de hambre.
Las cucarachas posiblemente serían las ultimas en sucumbir en la hoguera de un mundo recalentado.
Siguen las nubes de polvo trepando distancias con el soplo del reseco ventarrón y el Sol raja la tierra en agonía.
La causa del fin produce un fenómeno que provoca el calentamiento de las aguas tropicales del Pacifico, afectando el clima global.
La vida se está muriendo y los meteorólogos vaticinan que la situación se iría empeorando rápidamente en los tiempos venideros.
En ese verano interminable, que se agravaba, la vieja pensativa miraba el ondular del mar de ratas…Y cuando se preguntaba en voz alta, en que momento vendrían por ellos, el criollo viejo siguió mirando hacia adelante con la vista perdida en la distancia.
Cuando la pequeña radio informaba de la invasión del mundo entero por los roedores, antes de enmudecer para siempre, las primeras ratas entraban al rancho.
Nadie habría para verlo, porque únicamente quedaron los huesos de esos viejos, que contemplaron tomando mate frio, el fin del mundo de los hombres.
La vida toda tendria que sucumbir.
Ya no estaría el vuelo majestuoso del águila, ni la elegancia de la pantera, y el pájaro ya no cantaría al amanecer. Después de las ratas, alguna cucaracha moribunda, contemplaría el final. Y sería la última criatura con vida en la historia del mundo.
En la colonia terrestre en Marte, el Hombre Cósmico continuaría con su destino a cuestas.
Mientras la Tierra moría, la terraformacion marciana se producía.
Fue Marte rojo en el siglo 22 y la Tierra dejaba de ser azul.
En el siglo próximo Marte comenzó a ser verde y la Tierra ya no lo era.
Desde los telescopios terrestres, si los hubiera, Marte se vería azul y la Tierra, rojo fuego desde Marte se veía, en la centuria 24.
En el planeta, que de los humanos fuera, no eran ni ratas ni cucarachas los últimos supervivientes.
Los pequeños microorganismos más resistentes a las radiaciones, heredaron la Tierra, pero al final tendrían que sucumbir.
Bogando por el mar azul de Marte, transformado, el Hombre Cósmico seguiría mirando las lejanas estrellas.
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