Me pregunto observando tu lento caminar,
¿cómo actúa un hombre fuerte y de traza orgullosa
cuando nada sostiene su mano temblorosa?
Cierro mis ojos, suspiro y me impido pensar.
Padre querido, ya no puedes ni bien hablar,
llevas callado esta enfermedad vil y espantosa,
deseando morir como la cortada rosa,
que arrebatada del rosal fue, sin protestar.
Felices somos recordando nuestro vivir,
son incontables momentos que hemos compartido.
Hoy triste mi alma ve cómo te dejas morir.
¿Quién velará por nosotros cuando te hayas ido?
Ven, toma mi mano, ¿quieres dejar de existir?
¿No adviertes que lo que te toca aún no has vivido?