Los objetos nos reflejan al revés
Como si fuera otro tiempo u otro espacio
En el que realmente somos
Y no estos cuerpos agazapados a la fiebre de la vida,
A la desazón del despertar encerrado en esta latente podredumbre.
El revés de las cosas también se proyecta
En nosotros, en nuestra mirada de niños cerrando de un portazo
Sus postreros juegos, sus desamores eminentes,
Su constante emancipación de los actos que les dieron nombre.
Entonces, las marcas reverberan
Y los actos, y la emancipación, y los desamores, y los juegos
Se borran como las nubes que impugna algún viento pernicioso.
Así, nuestras carnes callan en seco su temperatura;
Crujen, hojas viejas, bajo la inmensa lupa del sol.
Morimos muchísimo -ahora, aquí-
Porque somos en alguien más.