La ruta era la misma y él le escribía poesías, amor y desamor, todo cabía en dos líneas, menos la verdad.
La chica no tenía otra ruta, y pronto la indiferencia se volvió ofensa y la poesía sin atención un agravio al ego retorcido... él, el tipo romántico, del que se desea atención, era una molestia, un mal rato, la parte incómoda del día.
Y comenzó a escribirle enfermo de coraje, usó las palabras infectas de frustración, el lenguaje es un arma o una caricia, para la chica él no era un poeta, era un payaso ególatra, un acosador, un imbécil que aprendió a escribir, un tipo que usa las palabras pero no entiende el significado básico del No.
Él no lo pudo tolerar, la espera en el mismo lugar y arremete contra ella, la chica ya sabía que no era confiable ¿pero qué otra ruta tenía?, en el forcejeo asqueroso en el que intenta controlarla, ella ve la pluma saliéndose de su bolsillo, la toma y se la clava en el cuello... escribió con la misma pluma la realidad invisibilizada, o lo mata o ella será una dato más en la estadística de una ruta sin salida para muchas. Él llevaba en su bolsillo el arma con la que tantas veces la amenazó, si tan sólo hubiese entendido el significado de un No, pero así hay “románticos” en las calles creyendo todavía que No significa si, si lo dice una mujer.