Hablamos de un tiempo en que un
descubrimiento tan importante
fue decisivo en el curso de los
acontecimientos.
No fuimos capaces de expresar a
cabalidad lo que significó
el regreso a lo conocido.
Con el rosto teñido de grana
nos dispusimos a abandonar
todo aquello que nos retrotraía
al pasado.
Nuestra vigencia caducó como
lo hacen las plantas que
conservan el insepulto
recuerdo de lo inalcanzable.
Si fuéramos en mayor número
podríamos entender
el mecanismo del reloj que
abraza el péndulo
oscilante del Universo.
Conservemos la paciencia.
Nada que no fuera
decisivo se logró en menos
de lo que dura una batalla.
Nuestra causa es heredera
del tiempo y de los intentos
pretéritos que fracasaron por
la premura de los actores.
La falta de paciencia tira por
tierra todo aquello que se
ha aquilatado con el destilar
de los años.