Su sonrisa era una cordillera que atravesaba la espesa selva de su rostro, su mirada eran dos lunas llenas que hacían aullar los lobos que habitan en mí alma cada noche; sus lunares eran las migas de pan que se esparcian por todo su cuerpo y yo recogía cada una de ellas en pequeños besos para llegar a la casa, al lugar donde siempre he querido estar entre tu boca y tu corazón.
Su Nariz era un pequeño molino que recogía el aire y en suspiros esparcia recuerdos.
Ella era un mundo anclado a mi corazón... Lord Vanvle