Jacinto López,
remienda tus zapatos por favor.
Pueden escapársete los pies
¿y qué haríamos?
Tanta soledad ya en el alma, podrían
quemar todos todos los panes apenas trigo.
Tanta desolación en las carteras,
podrían matar todas las niñas apenas madres.
Tanta ternura en el filo de la guillotina,
podría humanizar al mono apenas hombre.
Jacinto no seas malo por favor
y devuelve sus alas al maíz, su voz al trigo.
Dale su bruma al tiempo.
Tente un poco de cariño y cuando laves
tu camisa cotidiana silva fresca, ancha; profusamente,
eso ha de menguar su tiempo de uso
y dignificará todos sus remiendos.
Tente pena por favor y no olvides disfrazar todos
tus sueños.
Tente lástima y trata de borrar todas tus huellas.
Tente compasión y no vayas a sudar en plena misa
comprende que no es por tí, después de todo,
que lloran esos gordos en escena.
Jacinto Lòpez,
Jacintito de voz trigueña, de ojos roncos;
de poncho amable, no vayas a olvidarte,
por sufrir más de la cuenta,
de acariciar el rostro frío de tu patria.
No vayas a permitir que negros buitres
corroan sus entrañas y nos maten la esperanza.
Jacinto López,
remienda tus angustias por favor,
podría estallarte el corazón
¿y qué haríamos?
Tantísimo surco sin sembrar podrían
matar nuestros parientes apenas padres.
Matar nuestros parientes apenas tíos,
apenas primos;
hermanos,
cuñados
y sobrinos.