En la terraza expuesta,
la ciudad ante mí
se entrega mansa y quieta.
Noche azabache y mil antorchas
se llevaron el fuego
que quemaba.
Silencio absurdo en el suburbio
que no escucho, atento ya
al canto de sirenas.
Todo se ha subordinado
a la presencia señera
del amor inmutable.
De mi libro “De alboradas y de ocasos”. 2005 ISBN 987-9415-21-3