Desde aquí puedo ver ese hermoso atardecer, su manera tan sutil de ocultarse, su manera de bordad la silueta de cada montaña. Las tiñe con su pasión y aquel verde azulado y el rojo pálido perdido entre mis pupilas, es la manera de despedirse con este frio que se cuela por las faldas con tu presencia tan lejana.
Sé que estas más allá de esta montaña, antes de llegar al atardecer; podría ahora mismo bajar de la copa de este árbol y tomar el primer tren que me lleve a ti y llegar al anochecer a tocar tu puerta a pedir una cama para compartir.
Sé que estas atrás de estas montañas y esta nostálgica noche, que aun vives en aquella ciudad, visitas el mismo bar, y aquel autobús pasa a la misma hora, que también una que otra mujer de vez en cuando llevas aquella habitación que hice mi hogar por unas cuantas noches. Que aun recorres aquellas calles. Sé que aun vives detrás de esas montañas sin extrañarme.
Podría ahora mismo tomar el coche y manejar hasta esa ciudad solo para preguntar ¿Cómo has estado? ¿Aun fumas? ¿Aun conservas mi recuerdo? Yo no te he olvidado. Podría ahora mismo ir a besarte y reparar el daño, a decir que no hay día en que no piense como volver, que las promesas no se rompen, que las noches que pasamos juntos no terminaban en huida, en forma de herida.
Solo subí a lo alto de este árbol a contemplar tu recuerdo, tu ciudad y tu montaña, es lo poco que queda por aquí, lo poco que este corazón ha dejado vivir. Con el paso de los años se ha desvanecido el sentimiento de la caricia, el recuerdo del color de tus ojos, nuestro olor al estar tirados en la cama como enamorados, nuestra avenida, las miradas después de hacer el amor, deberías venir…
Olor de café brota de la terraza, una vez más se oculta el teñido rojo y me deja aquí, aquí con tu recuerdo para pasar la noche…