¿Me pides qué remodele el cuarto de San Alejo?
¿Qué lo restaure?
¿Y ponerlo patas arriba?
¿Qué tengo que borrar los dibujos que garabateo nuestra nieta en sus paredes cuando nos visitó en las vacaciones del verano pasado?
¿Qué tengo que fumigarlo para exterminar a las arañas que tejían sus telares en las esquinas como queriendo hacerte mofa cuando en tu maquina cosías?
¿Y tengo que deshacerme de las viejas bicicletas que reemplace por las nuevas y tirar mis cajas de herramientas porque en ellas solo hay cachivaches inservibles?
¡LO INTENTARÈ!
Y de paso buscaré el llavero que te trajo tu tío de Los Ángeles y dejó de silbar porque agotó las baterías para que no lo encontraran.
Y los zapatos pisa suave que tanto te agradaban y me echaste la culpa cuando se te perdieron.
Y las tijeras Chinas que dejaste de usar cuando nuestra hija te trajo las eléctricas “Made in Germany de su viaje a Europa”
Y en el silencio de la lavadora apagada colocaré dentro los cepillos, el detergente y el blanqueador y, el enjuague lo dejaré encima para que la fragancia floral te perfume la estancia.
Y en el silencio de tu tranquilidad; de fondo musical te pondré a sonar el CD con los poemas y canciones del Padre Anaya que te regaló mi Madre y tanto nos gusta.
Y de paso buscaré los restos del ratón que aterrorizada te hacía subir a la mesa hasta llegar al final de su vida, y quizá de consuelo te dejó de recuerdo su lánguido esqueleto.
Y si el premio mayor es sacar el calcetín que se fue por el sifón del lavarropas y lo tapó, y si toda esa parafernalia no es más que horas en el embeleso de ese sótano, colocar cortinas para que el sol no te refleje la cara cuando al coser te lleguen vivencias de cuando de niña le confeccionabas ropas a tus muñecas y te recuerden la infancia de nuestras hijas cuando jugabas con ellas en ese cuarto porque era el más acogedor, o que entristezcas porque ya los niños; niños no son.
Y tu deseo atemporal es recordarlos porque para ti “Siguen siendo” y no eches a llorar al escuchar el antiguo cassette que le grabé a nuestra hija cuando de niña interpretaba nocturnos de Chopin en el viejo piano de cola de mi padre y reduzcas la etapa del climaterio que por estos días te habita y te agobia,
Pero si al observar en el espejo de la realidad la belleza que refleja el resplandor de tu atardecer y te hace más interesante al anochecer.
Quizá no la verás pero la sentirás en el alma, porque la sientes y sabes que está ahí, que sigues tan resplandeciente como cada amanecer dándote las pinceladas de mujer interesante en el otoñal tiempo de un atardecer a plenitud con la sabiduría que te han dado esos recuerdos vívidos transportados al presente.
Que te nutres con la sabiduría que te ha dado la madurez al sentirte amada por los tuyos, que peinas tu suave y fina cabellera como rosal aun en primavera aunque la nieve de los años la tiña lentamente con los plateados reflejos de los hermosos años que te brinda la aurora en el amanecer.
Pero. . . te prometo colibríes recolectando el dulce néctar en un paraíso de flores de mil colores en un nuevo renacer plasmado en las paredes de ese rincón de los recuerdos que dibujó nuestra nieta cuando nos visitó en las vacaciones del verano pasado.