Su volumen es perfecto y preciso
como las esferas de piedra.
Su vértice, transparente,
donde esconde el azul.
Dobla sus bordes blandos
y con el giro: la estilla,
que rompe su forma.
Contenida, es más.
Libre, como las plumas del viento,
es frágil y expansiva.
Cae desde el fondo y quiebra su cuerpo.
La busco pura desde el centro,
y va líquida, con rendijas celestinas,
donde se cuelan los dedos.