Se conmovieron mis entrañas ante el cielo oscuro
lleno de brillos que palpitando hablaban.
Era la hora de la quietud y en ella los sentires tañían
con igual brillo.
Volvió mi esencia a conmoverse al llegar la luz
cobrando en ella vida los seres de mi entorno.
Era la hora que se llenaba de sonidos, también quietos,
y de pensamientos.
Conmoviéndose mi ser de noche y de día
me transporto de seguro a lo perpetuo y vivo
vida más rica enraizada en el asombro que me incita
a seguir vivo.
De mi libro “De poemas que morían”. 2017 ISBN 978-987-4004-38-3