Walter Trujillo Moreno

EL DIALOGO DE LA PRINCESA Y EL TIO DE LA MINA

Uyuni es un  desierto, un mar, un desierto-mar, un mar-desierto,
alto muy alto,
rosa los labios del cielo,
cubierto de nubes,
brillo, sol, sombra, niebla
 siempre enigmático, único, secreto.
En medio de esa selva de sal,
tú, con tu traje azul,
lleno de cintas de colores,
mullos y adornos plateados,
una pollera corta y reveladora,
es posible medir la extensión infinita de sus piernas,
Me gusta verte vestida de azul y cielo.

 

En medio  de un eclipse solar,
la luna danza delante del sol,
lo deja en segundo plano y le dice:
yo soy la luna de plata a veces cubierta de sangre.

La noche baña de negro al día,
los pájaros dejan de girar y cantar,
las nubes y neblina se asustan y se visten de caliente.
La Naturaleza anuncia un minuto de silencio,
el Diablo se queda paralizado,
sin movimiento y atónico,
su compañera de Danza se inclina
recoge su pollera y
cubre con su pañuelo blanco olor a lirio
su cuerpo tierno y su cara rosada.

Los invitados a la Danza “cielo-tierra”,
con las pupilas dilatadas se miran asombrados,
su respuesta es silenciosos y perpleja.
Los animales curiosos e inquietos,
no saben si salir corriendo o
esperar hasta el día claro.
Las Flores y plantas tiemblan en la confusión, 
emanan olor a rosas, romero y néctar de coca.

Al salir el sol en plenitud,
la sal del mar se cubre de oro y naranja,
brilla como  diamante y  miel fresca,
los cóndores vuelan,
planean sobre las cabezas de los mineros y campesinos,
 quienes agitan banderas negras y banderas arcoíris.

Las Gaviotas anuncian el fin de  la noche y el inicio de la luz,
la paloma celestial rodea al Diablo
 e intentan posarse sobre su hombro,
buscando debilitarlo o causarle zozobra.

Las llamas y vicuñas se balancean y peinan sus lanas,
los jaguares se despiertan y
bostezan como queriendo tragarse todo lo que se mueve a su alrededor,
los murciélagos aprovechen la oscuridad y confusión
muerden las orejas de las llamas y campesinos. 
Los pumas marcan terreno y buscan un lugar alto para ver mejor.

Se siente, se vive,
la “Danza del Diablo y la Princesa” se aproxima.
El Tío de la mina sale de sui escondite,
detrás de una nube de óxido de azufre y
emitiendo un olor penetrante.
Adquiere una pose de poder, 
sacude su camisa blanca,
su pantalón se vuelve rojo,
su sombrero blanco se vuelve negro
 y sus zapatos empolvados se vuelven plata y estaño.
Estira su pañuelo y lo envuelve alrededor de su cuello y espalda,
tiene puesto una máscara de Diablo Danzante,
priman el rojo, amarillo y el arcoíris,
con cuernos agudos,
ojos saltones y enrojecidos.
Mueve su cuerpo en ciento ochenta grados
clava las pupilas en dirección norte
donde se encuentra acurrucada la princesa Quichua,
sus padres la llaman Achik o Luz, 
ella, vestida con un hermoso traje de caporal,
de pollera azul cielo, violeta, colores primarios,
cascabeles y adornos plateados,
un sombrero azul brillante con cintas colgantes,
 plumas donadas por la selva y el bosque,
 bordes dorados cubren parte de su cabellera,
resalta una trenza negra,
se mueve como cometa errante,
 arrastrado piedras candentes en su cola, .

Un niño lanza a los vientos un grito desgarrador,
es el de inicio de la Danza,
los danzantes toman posición,
es una Danza por la “vida y muerte”,
una banda imperial entona Cuecas y Taquriraris,
el mar de sal cubierto de hojas de coca y flores de cactus.

 

El Tío con mascara de Diablo,
excitado e inteligente,
se arma de una guitarra de diez cuerdas y una zampoña mayor,
la princesa Achik mueve su cabeza
en dirección de los cuatro puntos cardinales,
de derecha a izquierda y de arriba abajo.

El Tío saluda - Hola  que tal -,
somos amigos Achik,
quieres bailar envuelta en mis brazos
prefieres marcar líneas y fronteras;
o prefieres evitar el contacto íntimo.
Achik responde, no me importa,
bailamos sin reglas,
que gane el mejor o el más bello.

La coreografía de la princesa
la dirige un colibrí suspendido en el tiempo y el aire,
un grupo de chamanes del fin del mundo bendicen su coreografía,
sus movimientos son suaves,
largos como las lianas de ayahuasca,
coordinados como el silbido de los vientos
al bajar al páramo y los abismos,
elásticos como la noche sin luna, 
a veces violentos como el grito de una madre herida,
movimientos llenos de erotismo rosa y naranja
y una sensualidad de algún mundo lleno de orquídeas azules.
El público frenético y excitado
 lanza sus banderas al viento,
los pájaros dibujan figuras con sus piruetas,
los animales gritan,
intentando decir, algo así,
me gusta lo que estoy viviendo,
me siento fusionado con todos.

El Diablo mira desconcertado y pálido,
musitando y molesto,
sus palabras retumba dentro de su máscara,
exclama: soy lo contrario de lo divino,
pero soy el Dios de la sabiduría y curiosidad
soy la eternidad y decido cuando esto termina o continúa.

Al Diablo le dirige una cigarra que grita y canta sin sentido,
un grupo de ángeles con alas negras
 cubren el cielo mientras el diablo danza.

El Diablo enseña su mejor postura,
como torero engreído se lanza al ruedo,
zapatea tan fuerte y seguro,
el mar de sal tiembla en su interior,
 las llamas y vicuñas gritan de miedo,
el puma y el Jaguar rugen y se retiran sigilosamente.
Su baile es pintoresco y elegante,
como o una caballo pura sangre árabe,
salta como un gigante y
aterriza como un  lagarto,
sin topar el suelo,
 ni levantar un solo grano de sal.
El sol se detiene, como queriendo decir,
me gusta ver al Diablo bailando y vestido de gala y fiesta.
La Luna sigilosa,
mira de reojo el acontecimiento
decide esconderse por ese día,
celosa se retira a sus aposentos.

EL público baja sus banderas,
la banda imperial calla y se traga sus notas,
al final solo piensa y no retumba.
La princesa Achik cierra sus ojos y
cubre su cara con sus pestañas largas como patas de tarántula,
su pelo se sacude al ritmo de los saltos del Diablo,
su alma se inquieta y su cabeza se enoja.

Termino la “Danza por la vida”,
un racimo de  uvas, dibujan un corazón enamorado,
 la palomita santa logra posarse sobre la máscara del Diablo,
el águila Arpía, acicala su plumaje,
chilla como un becerro perdido en la montaña,
sacude sus plumas,
limpia su pico,
se eleva,
vuela en dirección del sol curioso
 y de la luna escondida.

 

EL Diablo retrocede y decide perderse en el horizonte,
se convierte en doble Arcoíris,
insinuando, siempre estaré vigilante.

 

La princesa  quechua Achik como bailarina poseída
salta con sus brazos y piernas estiradas,
sonríe a las montañas y
cae de rodillas sobre la sal,
exclama gritando al cielo.

“Con esta Danza empieza mi vida en movimiento y mi vida se vuelve Danza eterna”

 

Por Walter Trujillo Moreno, Berlín, Noviembre 2017

 

Poema dedicado al Tío de la mina, al folklore andino, a los mineros y campesinos combatientes,
al cantautor Luis Rico y a la boliviana Adelaida Bravo.