Aquel Hombre se adentraba en el lado oculto de la naturaleza,
se comunicaba con moradores de mundos sutiles e invisibles con insistencia,
nutriéndose de la sabiduría de grandes Maestros del pasado desafiando toda ciencia,
recogía el conocimiento de las leyes que al universo gobiernan,
para él no existía religión más elevada que la verdad en el movimiento perpetuo del universo y su omnipresencia,
rechazaba al Dios del dogma humano y su verbo humanizado aceptando al Dios de la naturaleza,
manifestado en su esencia a través del gran aliento,
para él, orden y caos son lo mismo siendo únicamente divisibles en la mente humana en un estado de no conciencia.