Divagando entre la locura y la elocuencia,
He sucumbido al yugo que ha impuesto mi conciencia…
No he saltado por el filo,
¡Porque no he encontrado el más profundo de los abismos!,
Donde se pierda el arrebol del cielo y la existencia se confunda en el olvido.
Es mi deber levantarme…
Aunque no es mi deseo conceder al verbo,
Porque sé, que en mis cimientos se cobijan tus anhelos.
En mis inquietudes se esconden tus respuestas,
Y entre mis escombros hallaras la voluntad que tanto buscas.
Aunque me preguntes, nunca tendré las respuestas.
Y aunque crea saberlas, tampoco podre decírtelas,
¡Porque no es mi deseo hacerlo!...
Si así lo quieres, seré maleable como el barro entre tus manos,
Pero a la vez efímero como el agua que se escapa entre tus dedos.
Podrás sentirme, tocarme, palparme,
Y si así lo deseas recordarme…
Podrás intoxicarte de mí cuando empieces a beber lo melifluo de mi sangre,
Podrás embriagarte de mí cuando logres escuchar el Ícaro en mi canto.
Te daré la llave del edén si es que así tú lo requieres,
Pero jamás en tu inefable existencia, te atreverás a repetir mi nombre.