Arrastran las ostras un beso.
Un águila calva aletea desnuda
sin plumas, cayendo en el vacío.
La cordillera oculta detiene al amor.
La esperanza se pierde en el cantar
de las mariposas y en la luz blanquecina
de la luciérnaga tartamuda.
Ese beso se escurre en el mar,
en esos tintes ocultos en el cielo,
allí en un trueno se despedaza el alma.
La respuesta a la negligencia actual
va tropezando escondida en los astros.
En el verso del poeta hiriente,
en ese poema que sangra verdad.
La respuesta se encuentra
en el beso sincero que no tiene piedad.
Transcurre el tiempo misterioso,
con sus baches deformes, dolorosos.
La vida toma las formas imperfectas
de una tangente laberíntica sin retorno
ni salida. Sigue el camino de un beso
inexistente. Un beso equívoco.
El camino se torna nebuloso,
en un espiral de olores y colores indecibles.
Se transfigura la respuesta en algo turbio.
El beso se extingue en una hoguera casi infinita.
Casi porque aún queda el lagrimeo con gotas de esperanza.