¿Es el mismo sol? ¡Si! El mismo amor.
El mismo que arde y quema así su cuerpo,
el que muere más lentamente que nosotros.
La estrella de la tortura que marca el tiempo.
El megalómano silencioso, taciturno, remoto;
todo gira a su alrededor y nosotros polvo,
en el ocaso la desdicha, la sátira de somonte
la nube aislada, la brisa de fría de ataúd,
y al final de mi ordinario día solo tú mi horizonte.