Desde mi ocio y tras la reja
que ensombrece el laurel de flores blancas,
veo su diaria y dolida travesía
con la carretilla mansa.
En su rostro afilado e inexpresivo
no entran más arrugas ni dolores
y sus meneos sin prisa, ni lo traen de linaje
ni lo llevan a la oscura nada...
Escarba en la basura inmunda
como si fuera la quimera de sus sueños
y a su lado la carretilla espera,
resignada espera por su carga.
La hamaca que me acuna cruje
y cruje mi ser al ritmo de la hamaca,
como crujen sus huesos sostenidos
por el aire que respira y su milagro.
Sigue luego el camino incierto
desde el incierto linaje hasta la nada
y me deja siempre pensativo...
pensando en los pesares que me embargan.
De mi libro “Soles y de escarchas“. 2004 ISBN 987-9415-17-5