En la insignia de España
quiero la eñe sobre fondo
rojo de crepúsculo,
ardiente que se resiste
a morir, gualda de bruñido metal,
sin la eñe no tendríamos
ni maña ni maño ni ningún apaño
ni nadie pediría una caña,
ni nadie se pondría a partir un piñón,
que haríamos sin un mísero cañón,
ni Cervantes habría escrito con un brazo
y un muñón.
Me gusta la añagaza que me hace la ragáza,
pero la eñe que me embriaga es la eñe de añada.
Pero con la eñe refunfuño,
menos mal que no hay nada como una buena cuña
o una cuñada o cuñado que tenga un buen cuño para
acuñar monedas, la verdad sin la eñe no habría riñas,
por cualquier niñeria pagas un riñón, que sería del niño
sin un pañal, pobre es nuestro paño de lágrimas,
mejor un pañuelo que un pañol de municiones, y no
confundas la peña con el peñón, hablemos de cosas
agradables como piñata, piñonate, y no frunzámos
el ceño y quien se enfade que recoja boñigas, si quitamos
todas las eñes, mi discurso sería más pobre, así que ni lo
sueñes, peor es que me falte a que me sobre.