Santiago Miranda

La duplicidad constante

 

 

Del ser tendiendo como un impulso doble
Excelso empuje hacia el vacío paradísiaco
Y por debajo al abismo condenatorio
Por razón de redimirse y darle motivo a sus acciones

Siento el llamado ambivalente, irresistible
De aquél mal de efímeros placeres
Necesarios para soporta la carga de deberes
De una vida que por alcanzar no se puede
-limpiar antes- Sin mancharse las manos

De sangre, de excremento, de orgasmos
De mentiras, de promesas imposibles
Del tiempo que solo a sí se pertenece
En la ilusión de control y pertenencia
Al fin de la correspondencia del sentir y la palabra

Ii

No se puede una existencia incompleta
Sin haber roto una norma, sin una culpa creciente
Fantasías hay de reparar el daño o de acrecentarlo
Por reiniciar todo de nuevo, el ciclo
Llevar a la última jugada, el mal paso primero

Y el susurro que dice al oído del sueño;
No lo hagas, no lo evites, une tu mal
Al deseo de hacer al bien ya todo
Cómo si no hubiera otra forma de recaer
En lo posible, como un sujeto lanzado
Por el azar en su juego y sólo obtiene un número

Iii

Cual dos seres habitando uno
En un nombre, sin fecha clara
de defunción o nacimiento
Se mueve de un lado a otro
Adentro dormido, afuera inquieto

No sabe si es la imagen o la fuente
Se desdibujó en el significado adherido
A la carne, la uña, el deseo, no se sabe
Sino idiota o sabio, al oscilar disonante
No vuelve a saberse sino una multiplicidad constante
De sueño que pugna por encarnarse
No sé sabe si él es ya similarmente el otro