Protegido por su soledad deseada
Escribe el poeta desde su fortaleza
Y demuestra de su sangre la limpieza
Sin renunciar a su nariz tan castigada.
Don Francisco sin motivo le envidiáis
Vos que sois a vuestro modo inigualable
Dejad a este culterano que nos hable
Al final ambos con vuestra parla triunfáis.
Hubo un siglo de oro
Ese codiciádo metal
Por fortuna tan escaso.
Cada poeta tenía su coro
Y su marcha fúnebre o triunfal
Que pena, no es mi caso.