argantonio

Quevedo y Góngora

Protegido por su soledad deseada

Escribe el poeta desde su fortaleza

Y demuestra de su sangre la limpieza

Sin renunciar a su nariz tan castigada.

 

Don Francisco sin motivo le envidiáis

Vos que sois a vuestro modo inigualable

Dejad a este culterano que nos hable

Al final ambos con vuestra parla triunfáis.

 

Hubo un siglo de oro

Ese codiciádo metal

Por fortuna tan escaso.

 

Cada poeta tenía su coro

Y su marcha fúnebre o triunfal

Que pena, no es mi caso.