Teníamos que saber
que averiguar
sin que mediara sombra
o viento
o reloj
debíamos medir
la curvatura exacta
del cuerpo con el cuerpo
la raíz de los abrazos
la amplitud de los besos
la magnitud del deseo
debía la gravedad
tumbarnos juntos
hasta el lecho
cómo la manzana de aquel árbol
debía la luz
cuzarnos por los ojos
y firmar con su espectro
los espejos
coloreando un pedazo de cielo
debíamos probar también
de senos y cosenos
replicados en las manos
de tangentes sonrisas
de circunvalar cinturas
de inclinar vientres
y conjeturar caricias
para configurar
axiomas nuestros
teoremas propios
donde mostrar la verdad
en una matemática ambición
de perpetuar la dicha.
Eduardo A. Bello Martínez
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