Camino al Tepeyac
Que alegre la alborada,
La virgen con su corona dorada,
Siendo el día doce de diciembre,
El día para entregarle flores a nuestra madre.
Con ganas de escalar al cerro,
El Tepeyac, con sus gradas y murales,
Donde las penitencias se hacen reales,
Llegando hasta la cumbre del Tepeyac.
Como se ven las hermosas rosas,
Las mismas que en el ayate,
Juan Diego traía,
Para mostrarle al obispo en aquel día.
Rosas rojas, amarillas, blancas,
Adornan su altar;
Entre rezos y alabanzas,
Celebrando la misa santa.
Estoy cerca de tu capilla,
Me inclino de rodillas,
Se me escapan las lágrimas,
Abro mis ojos por ver las maravillas.
Una Biblia y un rosario,
Anunciando la Buena Nueva,
Frente a la Basílica,
Me persigno en el pueblo laico.
Oh, Virgen de Guadalupe,
Quiero que mis manos
Sean serviles a mi Buen Jesús,
Para hacer brillar su luz.
Juventino Pérez