A. Martinez

Llegas.

La tarde quema
sus primeros retoños,
y te devuelve intacta.

Regresas con restos de sol
sobre el cabello.

Vas llegando despacio,
con la sed de un beso
retratada en los ojos.

El día se difumina
y las bocas se persiguen.

En tu pecho canta un ave
que me envuelve con su voz.