Esta música en vilo
que ignora su lento fulgor,
este ápice celeste
acre como cárdeno fruto tardío
acaso solo sean
un anónimo espejismo
fondeado en la marea.
Aquéllo que no es y aún así
necesita ser contado.
Qué es este silencio
sino la luz que en su último hálito
reclama para sí sus dioses y su Ítaca,
la huella que persiste
como intemporal misterio.
Viene a descender la noche
cuando no queda más
que la triste bondad
de un recuerdo queriendo
crecer inexpugnable,
como un astro que amenaza
desde la desolación.
Aún así, todo parece fuera de sitio,
ya que nada aposenta.