No te asomes tan de golpe a la madrugada.
Rueda sobre tu cuerpo, hazte hambrienta insolación de rotundas siestas,
Rotundo hambre de soles variables.
Tampoco creas que esas fauces hayan venido a destrozarte-
No lo creas pero témelo como al destino
Más inseguro que la vuelta de tuerca limada de la sangre,
Más hermoso que la isquemia solitaria que irriga estos calambres-.
Reza tus denarios de ilusiones vírgenes, rocía
En las amapolas esta prístina miseria de coliflores y barbas de tres días.
Dame alta luz en esta torre algarabiada, en este infantil recuerdo de una pelota
Que rodaba más allá de las herencias,
Hasta volcar su pobre suerte como un secreto, en el frío viento.
Absuelve la creación de un orbe que se derrumba y se refleja
En su solemne cáliz de bostezos. Hazte estaciones de fuego y sutileza:
Nunca ha habido otro astro tan fértil ni otros hombres como nosotros,
Tan arados a la tierra que les amarra.
Exhala lo indecible en esta saturación de ramas ignorando conjunciones,
Estos nombres que se arrancan de maduros para que algún cuervo nos críe ojos.
Asciende, como flotan las ensoñaciones que hemos vivido
En aires de camisa y velo nupcial. Desteje la mortaja de mis bendiciones,
Que soy un pozo yermo en un cielo reseco hasta el hueso,
Pero no me arrojes a la brasa gélida de la madrugada.