Su vida ha sido excelente y con mucha labor, él no se queja de nada, sólo de la incomprensión de algunos. Cuando sólo es el sueño de algunos poder llegar lejos. Pedro, hace hincapié en su artesanía de mucha solvencia, en cuanto a calidad y cantidad, y también monetariamente, ¿por qué no?. Pedro, sabe que algo lo persigue cuando se cruza por delante de él, una cruz en forma de dije del colmillo de elefante que en la puerta se encontraba y que le regaló a Pepita. Se da cuenta que Pepita nunca tomó el regalo en sus manos. Pedro, siente que será una mala suerte para su obra y decide echar agua sobre la puerta, dicen que el agua lo limpia todo y es de buena suerte. Y sí, es de mucha suerte para Pedro. Llega el verano, la estación más calurosa del año. Y Pedro, se sienta en una de sus dos sillas de trabajo y comienza la faena del día. Toma en sus manos la gubia y hace un corte excelente como él sabe hacerlo en un pedazo de madera del ébano. Es una corteza limpia y de mucha calidad. A Pedro, le agrada eso, que sea de mucho linaje, su madera tallada. A él, le agrada que la madera sea de buen estirpe como de buena calidad. Por eso él recorre el “bosque de las cenizas”, donde el calor y el verano hace que la madera tome su color, su textura y su forma. Esta vez, no se le cruza nada por delante, lo toma casi extraño, porque siempre que él vá de regreso a su casa y se le cruza un animal. Él, piensa de camino a su hogar. Será de buena suerte o de mala suerte, tantos animales cruzando por delante de el. Primero, una oveja negra, segundo una gallina con su cría, tercero una liebre, cuarto un pájaro, quinto la oveja otra vez, y por sexta vez una cruz en forma de dije del colmillo del elefante. Pedro, recuerda que en su naturaleza de artesano, quiere y desea lo mejor para tallar su obra más inédita, real y sustanciosa. Queda por elaborar el pesebre con todos los animalitos de la granja. Queda confeccionar a los tres reyes magos y al ángel. Él, se dice para sí mismo, que el artesano es ser un hombre de Dios, como José el padre de Jesús, que era carpintero, y se decía que era excelente en sus obras. Pero, él vá más allá de la obra tallada, él quiere ver su corteza, su raíz, su corazón, lo que existe dentro de cada obra no la esencia de afuera nada más. Él, quiere ver la calidad de la madera, su arte y magia confeccionada. EL arte es símbolo de naturaleza, y sinónimo de belleza, de acuerdo a una caudalosa calidad extrema de sensibilidad y delicadeza en extraer de un pedazo de madera sin tallar una obra de arte de mucha envergadura. Dice él, que en su natural esencia para crear dicha labor, es de mucha extrema codicia, codiciar belleza, arte, y color, que es el arte que promueve ser artesano y pintor de una pieza en obra a ser tallada para la venta de la misma, con la misma calidad y cantidad que requiere la labor del artesano de hoy día. Él quiere saber y sentir que su obra vá más allá de la tradición y cultura, de la transición y de lo mediocre. Él, desea que su obra sea la más bella, como la obra más deseada por los compradores de ferias o algún comprador que desee una madera fina tallada de manos fuertes y muy eficientes. Vislumbrando el comercio actual en la isla en el mercado y los precios de la artesanía individual o en conjunto por los artesanos del país, se encuentra Pedro. Él, cree que su arte tiene un valor y un precio exacto y fijo como son las habichuelas y es la verdad tiene un precio módico, por mucha calidad su obra. Existe un río llamado “el río el bozal del toro”, no existe leyenda alguna para esta belleza natural cerca del “bosque de las cenizas”. Cuando el río contempla máxima hermosura, es como un tesoro, un recurso natural, y un reflejo de la belleza en los ojos de Yolai, una jovencita, vecina de Pedro que vivía enamorada del río y lo visitaba constantemente. Yolai desea casarse con Julio, un muchacho que conoció en la discoteca “la noche tormentosa”. Yolai, es un muchacha de veinte años, es jovial, hermosa y muy alocada, pero, tiene muy fijo su pensamiento en continuar una vida consagrada a los siete sacramentos de la iglesia que visita los domingos junto a Julio, llamada “la Iglesia de Dios, el Poderoso”. Yolai quiere casarse lo más pronto posible, porque dice que desea ser abuela joven. Julio, trabaja como comerciante en el mercado de la plaza del pueblo, pero, su salario no da abasto para tanto gastos. Yolai decide visitar en la tarde “el río del bozal del toro”. Y decide darse un baño a toda costa de saber que había más gente en el río. El río contemplaba su verde azul como un zafiro del manantial que baja por la ladera hasta hacer del río una belleza tan natural como los ojos de Yolai. Observando el río, se sabe que está en su punto de temperatura tan natural como la ebullición del mismo en cuanto a su agua verde azul, que todo aquél que lo observa queda prendido de su hermosura. “El río el bozal del toro” se viste de magia con su esplendor de un día de verano en la ciudad de Torrezuela. Yolai, queda tan enamorada del río, de sus aguas virginales y de su esencia en saber que el río llega al mar cuando baja por su cauce. Pero, a ella no le daba miedo de saberlo ni quería averiguarlo. Quedaba como una incógnita por descubrir, por saber y que nunca lo llamaría así. Y si el destino cumple lo prometido se casaría con Julio a mediados de año que entra, porque ella desea yá realizar una vida consagrada junto a Julio. Pedro sale en busca de más madera fina para la talla del nacimiento de Jesús que esta confeccionando, en el “bosque de las cenizas”, y se percata que esta a punto de caer en el abismo más cruel y sin luz que existe en el bosque. Se agarra de una rama fuerte del ébano y zás dá una vuelta hacia el otro lado del extremo del bosque. Y sale airoso como un pájaro sabe volar tan raudo y veloz. Toma la madera del ébano y sale corriendo del bosque con esa aventura del abismo oscuro, no quería compenetrar más hacia el “el bosque de las cenizas”. De camino hacia su casa se le cruza Pepita con un conejo en la mano, y ella le responde que es para la buena suerte. Y él decide pasar por el río que estaba en su mejor esplendor como un río de ensueño. Se topa de camino con Yolai y le dice que el río está hermoso y de sus aguas frescas son el toque más esencial para cualquier cuerpo que entre a sus aguas a nadar allí. Pedro la saluda cordialmente y se despide de ella. Él, entra ”el río del bozal del toro”, nota que la gente yá caminaba hacia las afueras del río. Él, se quedó prácticamente solo. Y decide entrar al río y darse un chapuzón en él y hace un trueno devastador, pronosticaban lluvia, y el tiempo yá se ponía mal. Pedro, decide quedarse allí, porque le habían contado que una bruja se pasea por los alrededores en busca de comida. Él, en su pensamiento, recuerda a esa bruja insistentemente, y hace un trueno y un relámpago de luz en el cielo y encima del río. Pedro, se asusta y cuando voltea a ver detrás de él, hay una mujer vestida de negro. Ella no habla, sólo hace gestos y gesticulaciones y ademanes con las manos. Pedro intenta hablarle, pero es inútil la situación. Ella lo mira, profundamente a los ojos y le sonríe y él le corresponde. Aunque es una vieja bruja, a él, no le atemoriza, su encuentro con esta señora. Él se despide, y se vá del río. No existe leyenda alguna que se sepa de esta bruja en el río, pero, tal vez, comience una nueva. Pedro, con la madera de ébano en sus manos tan rudas, fuertes y trabajadoras. Se dirige a su hogar, donde el arte de su creación le espera. Como una predicción para la vida de Pedro, es obtener un arte elaborado en su máxima expresión del arte inventado por su inmensa imaginación. Existen diversos de colores que colorean su arte más fina como es la madera del ébano oscura, pues, se trata de dirigir hacia esta obra majestuosa. Y tan viral se ha tornado que hasta lo llaman por internet “el dios de la artesanía en ébano”. El tallador de madera cortó otro pedazo de madera fina, para que con la gubia haga su trabajo más excelente en la creación de esta obra. Con un sudor excesivo en la cabeza, su mirada fija en la madera y en la gubia y sin permitir que caiga una sola gota de sudor en su inmensa obra. Y cayó un trueno en el cielo gris, otra vez, una tormenta, y Pedro encerrado en su taller de artesanía laborando. Él, no le hace caso, pero, es el mismo que cayó en el río. Una nube negra aparece delante de su obra entre la madera del ébano y la gubia. Y fue una pequeña herida como si hubiera sido un hincado de alfiler. Y sangro sí. Como las aguas del río virginal, como la virgen sangra de dolor, como una herida punzante y cruel como un golpe tan mortal que casi queda moribundo. Pone una curita en el dedo pero, quedó malherido y con dolor. Sigue y persigue su sueño de ser un escultor, un artesano, un pintor, es más ser un maestro de la artesanía. El comercio estaba bien, había mucha demanda y oferta en la artesanía para este tiempo, se decía Pedro en la mente. “El dios de la artesanía del ébano”, se inmiscuye en su tarea, en su labor de enfrentar toda situación, toda tempestad, todo sereno, toda lluvia y hasta todo el sol. Él, en su afán de ser el mejor artesano de la región, de la plaza, de todo Torrezuela vá en busca de la perfección, de la creación, de la elaboración y hasta de la imaginación extremista y hasta egocéntrica, ¿por qué no?. No dice que no puede, nunca existe esa palabra en él, dice “yo quiero ser”, “yo puedo ser”, “yo tengo imaginación” y, “yo tengo poder”. Pedro, en su egolatría de ser el mejor artesano, hace un zás con la gubia en el pedazo de madera que tallaba y le falta a los Tres Reyes Magos, y al ángel San Gabriel. Y sí, lo consigue, lo talla, lo marca, lo penetra en la madera, ese golpe tan mortal, tan electrizante, tan real y tan verdadero. Vá formando su cara, a Gaspar, su atuendo de rey y trae su regalo para el niño Dios. Yá tiene a José, a María y a Jesús, y a Gaspar. Él se agota, pero, logra ver su sueño real, como una verdadera vida. Su intelecto se torna yá cansado, extenuado y sin sentido. Sus manos ásperas, con pedacitos de madera, y la gubia no la puede casi sostener. Pero, sí, llegó a tallar a Melchor con su sotana de rey y su regalo para el niño Dios. Con agallas, y con llagas en las manos, pudo terminar su labor de artesano majestuoso, “el dios de la artesanía en ébano”. Pero, una sorpresa irrumpió su destino y fue que no se percató que la lluvia gotea dentro del taller fuertemente y copiosamente. Y le dañó parte de la pintura y algunas obras que yá había terminado. Pero, esto no le impidió proseguir con su sueño, quiso más y Dios le dió más. Para sorpresa abre su computador y le espera más venta y compra de su artesanía más prestigiosa y ahora le impondría un valor más costoso para obtener mayor ganancias. Pedro, decide descansar, pero, él se dice, que si duerme pierde más tiempo para continuar elaborando su arte. Yolai vá de camino hacia el río donde le encanta nadar y refrescarse en sus aguas tan cristalinas. Y Julio, también vá de camino hacia la misma dirección, hacia la misma aventura, hacia la misma atracción y hacia el mismo destino. Es sábado y hay mucha gente en el río, son nadadores de un evento de competencia, que vienen aquí a ejercitarse, y a practicar. Yolai, funde un beso a Julio en la boca, como señal del amor que ella le posee y a Julio no le cae mal. Los dos comienzan la aventura de disfrutar un día en el río de agua verde azul, que tiene locos a todo el mundo en la Torrezuela. Julio, comparte un momento tan extraño con Yolai cuando de repente él le pide hacer un juego en medio de la orilla del río. Y es mirarse con los ojos cerrados hasta que uno diga la palabra “amor”, y abrir los ojos para ver los ojos del contrincante. Esta vez ninguno dijo la palabra y quedaron con los ojos cerrados, Yolai quiso agarrar la toalla para secar una lágrima, porque ninguno dijo “amor”, y entristeció tanto que de sólo pensarlo quedó el río sin el mismo esplendor. Todo se cargó de colores tristes como el color negro y aparece la bruja en el río. Y comenta, “ustedes no se aman, pero, concretarán la unión”. La bruja da una vuelta por el río, toda la gente la mira, y se dice que en esa vuelta en círculo es un hechizo que ella hace con la cola de su vestido. Atraviesa el camino y vá en busca de más hechizos. Es una bruja que sabe bien y más que el mismo ayer y futuro. Cuando decide Yolai decir en el juego del amor, la palabra “amor”, es que un torrente de lluvia llega al río. Y con la lluvia vá mojando el camino en círculos, que la bruja había hecho. Yolai, corre el camino en círculos descalza y nota que el hechizo la atrapa. Yolai corre tan segura, que sus pies tiene en la planta formas de círculos negros. Cuando ella logra darse de cuenta, son cenizas grises que ha dejado la bruja. La bruja se deshace cuando llega la tarde, porque no consigue comida. Pedro en su máxima exponencia artesanal decide continuar laborando toda la noche. En la madrugada escucha un grillo que le hace eco en media de la madrugada. El, dice tambien, lo tallare para saber que Dios ama a los animales como a nosotros a los humanos. Y prosigue su labor, el escucha un ruido ensordecedor, y cree que es un ladrón que desea entrar a su casa. Y no es un ladrón, es Rufo que lo saluda desde la entrada de su hogar. Pedro, se siente seguro, estable y capaz de terminar el nacimiento de Jesús. Pedro, hace un corte nuevo con la gubia en sus manos, ya con llagas y adoloridas, es un corte oblicuo como el de las rosas, pero en la madera fina y de ébano. Le hace esa incisión para poder con la herramienta forjar un nuevo talle a la figura del rey mago a Baltazar. Hace su esencia en cuanto a perfección y en cuanto a experiencia. Con Pedro, cansado, mal herido, por la fuerte e incesante fuerza con la gubia para tallar una figura, llega el amanecer y con el nuevo sol, decide perpetrar el pesebre del nacimiento de Jesús. Lo hace con precisión, autonomía propia y desicion, con sus manos sangrando de dolor. Pero, logra terminar la obra. Es un nacimiento de Jesús. Lo exhibe en su taller detrás de su hogar. Todos los vecinos quedan encantados con tal obra. Hasta la muchacha Yolai quedo hipnotizada con tal representación del nacimiento de Jesús, obra perfecta de Pedro. Menos a Julio, le entra unos celos incontrolables, porque Yolai le hace un acercamiento insinuante a Pedro. Yolai, una joven hermosa que se compromete con Julio para casarse. Pero, Julio la toma de golpe y la separa de Pedro. Todos los vecinos lo observan de mala manera. Y Julio, se va para su casa. Encandila el sol, la nieve pasajera de un frío atormentador y una furia sin control se apodera de la fuerza de Julio. Da un zas en el zafacón de su casa y entra a su casa. Le contesta de mala gana a su progenitora. Julio, en su habitación, imagina lo peor, fragua como obtener mayor fama y fortuna que Pedro, para que Yolai no mire con buenos ojos a Pedro. Y decide entrar a un taller de compra y venta de autos de la esquina de su casa. Y se va haciendo de su propio taller de autos y le va bien entre ganancias y perdidas. Y Pedro mas y mas “el tallador de madera”, “el dios de la artesanía en ébano”, y decide hacer diferentes obras de arte en ébano, en nogal y en roble. Hacen competencia Julio y Pedro, entre sus talleres de madera y de autos en su propio hogar. Pasa, el tiempo y la fortuna de los dos se ve marcada por la transparencia de cada obra y de cada labor. Por consiguiente, la fortuna de Julio es mayor que la de Pedro. Pasa el tiempo, y dejan de ser cómplices de un juego casi mortal. Llega la boda del año, entre Yolai y Julio, Yolai ama insistentemente a Pedro, se enamoró de su gran audacia con la gubia, del río en la Torrezuela, de su arte de tallador de madera y de su inteligencia para combatir el sufrimiento de perder un juego y saber que la artesanía se hace por amor al arte y no, por competir en un juego y nunca ganar el amor de una mujer. Se casa Yolai con Julio, en un evento casi lleno de riquezas extremas, por supuesto, tenían que casarse Yolai y Julio, el dueño de una fabrica de autos japoneses. Mientras que la “luna de miel” se indispone, Yolai se va al río “el bozal del toro”. Pedro, en su máxima potencia de artesano se siente depresivo, solo, en soledad, siente desolaciones inconclusas. Hasta permanecer sin sentido, queda y desolado, no se siente autosuficiente, perfecto y capaz de elaborar otra vez la misma obra hecha y creada por sus propias manos. Yolai, una muchacha sensible, de buenos sentimientos, de un carácter sosegado, y haciendo malabares de su condición de casada sin esposo en el instante en que se encuentra con Pedro en el río “el bozal del toro”. Pedro, hizo el hincapié, de tomarle la mano a Yolai, pero, Yolai tan respetuosa en su recién relacion de nueva esposa no le acepta la mano a Pedro, y Pedro desesperado, hace nuevamente el intento de tomarle la mano a Yolai. Yolia la acepta, se inclina en su hombro y le sale una lagrima de amor por Pedro, no por lo que estaba pasando, sino por amor a Pedro. Y en un alcance entre la oscura soledad y la noche densa, aparece la bruja en el río, y comenta que el río estaba en su color más bonito de la temporada entre el verano y el invierno. Para más, y ser exactos en otoño, y se le otorga por el recurso del ambiente el río más bello de la Torrezuela. La lágrima de Yolai, se hizo inmensa como la lluvia en el río. Hizo truenos y relámpagos, y ninguno de los dos se quiso separar. Quedaron como dos aves con alas mojadas, sin alzar el vuelo y sin echar a volar lejos de ese trance del subconsciente en yerros. Y quedaron inertes, inmóviles, entre el tiempo y la pausa de unas horas flotando inherentes. Cuando el sol renació en la alborada triste y desolada. Cuando el sol hace su entrada triunfante como la luz universal. Sale del encierro, cada uno se encuentra en su habitación, el río como sueño nocturno, como una hermosa pesadilla, sin despertar asombrados del inmenso placer que les dió formar parte de tanta belleza exquisita. Y salió el sol, alumbrando toda la calle en procedencia hacia el río, “el bozal del toro”. Y Yolai, sola como de costumbre, porque Julio, esta tan ocupado con la labor de la venta y compra de autos japoneses. Y Julio, hizo un préstamo, insolvente, inexistente, entre una marca de autos ineficaz, tan fantasma como la niebla densa de la ciudad de Torrezuela. Cayó en una depresión económica sus negocios por un préstamo de casi 10 millones de dólares y se ampara en un capítulo de la quiebra de negocios del año. Se le advirtió a que tomara precaución, porque el préstamo era casi inherente. Y Yolai, más sola que la soledad misma, que la luna en media noche, que la misma oscuridad y que el mismo cielo. Dando lóbrego a la inmensa eternidad, cuando dijo que el silencio era el eco de toda una noche, cuando ardió el silencio con toda oscuridad. Y Pedro, en su afán, de vivir su vida con lo poco que le dió su labor que no pudo ganar en una competencia de hombre a hombre, por tener el amor de una mujer tan sútil como Yolai. Pedro, vá de visita hacia el “bosque de las cenizas”, se quemó todo el lugar en verano y dejó un rastro de cenizas claras, cuando el sol iluminó tanto que quemó todo el bosque. Se dijo para sí, “iré hacia el “bosque de caracol””. Y recorrió en forma de espiral al bosque que le dió la madera más cara y más elegante del lugar. “El ebano”. Se marchó del lugar con su madera en mano al talar como todo un escultor de madera fina en la artesania. Y, Pedro llega al taller. Y de nuevo, hace el corte oblicuo como todo artesano bueno y perfecto sabe hacer y realizar sobre la madera fina. Se llena la cabeza pensando en Yolai. Y Yolai en el río con el dolor y la pesadumbre de permanecer sola sin un compañero o un marido que tenga de la mano. Sola, como abandonada, como en un desierto escondida entre los deseos de amar y ser amada. Queda buscando el cielo, la magia del sol, de una estrella en la noche, de un lucero, en un sendero, como la lluvia de obtener la sensación, de querer una situación, de sentir sin sentir. Quedó como una manera de amar sin más. Con un sonido en el oído, como buscar un instante. Y el sol penetraba en su piel, como dejando huella permanente, como la luz llega y alumbra. Como el sol nuevo de cada día. Y destruir lo que quería amar, a todo un corazón, contra la voluntad de un después quedó en la euforia buscando un por qué tan distante como la piel misma. Se le acerca un vendedor y ella en su delicada y respetuosa atención, le dice, “no, gracias”. El vendedor se vá y se dice para sí, que “si sería más audaz, más vivaracha, más feliz no estaría aquí y jodida sin amar y sin un amor”. Quedaría entre los escombros de unos recuerdos, que poco a poco se venían abajo, porque toda una ceremonia tan bella y hermosa, para nada, para no ser esposa, tener una casa, un hogar y realizar una familia. En cuanto al lugar, se queda en ese mismo sitio, en el río, “el bozal del toro”.Y puede ver que el cielo es su mayor cómplice de luz, de lluvia o de sol, y pudo observar que el destino es tan mágico como el amor de Pedro. Decide cruzar el río “el bozal del toro” y llegar hasta el taller de Pedro. Pedro, estaba cortando la madera ébano, para poder realizar una figura de mucho cuidado y delicadeza como la mirada de Yolai. Yolai, observa y recorre el taller de Pedro, dice, -”buenas obras Pedro”-. Pedro, fascinado con la visita de Yolai, queda complacido con el toque de sus manos en su obra mas perfecta. Como el olor que deja de su perfume innato a rosas y gardenias. Pedro, en su afán de enamorarla, la quiere y la ama. La mira insistentemente y callado, y llega a la forma de enamorar a Yolai. Ella se le acerca, pone su mano en su pecho, Pedro la acepta con extremos deseos de amarla. Solo, y tan desolado por siempre. Y sin calma, solo y sin un amparo, sin amor en el corazón y sin un destino lleno de ansiedades y pasiones, desde que el silencio quiso sobrevivir y sin mas, queda una situación amorosa entre Pedro y Yolai. Irrumpe un beso eterno entre las bocas, y un deseo tan pasional, como un inmenso instante. Y los cuerpos se acercan, como un sincero instante, como una eternidad de la voluntad. Y un momento en que el destino, se fue cuando la hermosa atracción fundió entre ellos. Y quedo una luz inmensa entre los suspiros de un instante, entre los respiros y los besos y las caricias en el taller de Pedro. Quizás, se desvive el silencio entre dos como un silencio entre la manera de amarse y entregar cuerpo y alma. Y, hacen el amor una y otra vez, la pasion ardió como flor de piel, como una sinceridad del alma, como la piel en la misma piel. Como un deseo del mismo amor, queda la pasión en la mente, en el corazón, en el alma. Y los anhelos hierven de deseos entre los ojos de Yolai y Pedro. La luz opaca del taller detrás de la casa de Pedro. Y sabes que la amarga existencia se vá si se ama en verdad. Con la luna llena en el cielo, y la belleza real de toda una noche en silencio como el temor de marcharse y dejar atrás todo lo hermoso que es amarse. Pedro, le cuenta todo de su vida, mientras ella lo escucha sonriendo lentamente, con esa sonrisa pícara de amar y de ser amada. Por haber entregado hasta el alma en una noche clandestina, cuando su marido no la ama, no la espera, no la escucha. Y Yolai y Pedro, deciden ser amantes por un tiempo. Ellos conversan de la situación que pasan y que pasarían si el marido de Yolai se entera. Yolai, una muchacha tan sensible, tan real como la manera de darle su corazón a Pedro. Decide ir esta vez al río acompañada de Pedro, en su caminata recuerda las cenizas en las plantas de sus pies cuando cruzó corriendo el río. La bruja como siempre se les aparece, buscando comida, y Yolai, esta vez le pregunta que hace por ahí tan sola. La bruja le contesta, esta vez, y se supone que ella sea la bruja del río, y que a nadie le hable por su rol de bruja con hechizos que ella hacía. Y se convirtió en águila cuando el hechizo fue tan real como la fantasía de haberlo creado. Cuando subió el telón de la obra más codiciada “el relámpago de luz”. Y Pedro y Yolai, se encontraban ahí, en el teatro cerca de la plaza. Cuando por fin terminó la obra que por décadas había comenzado en el teatro “La Gaviota Verde”. Fingiendo en el corazón, una corazonada Yolai llega a su casa, y Julio se encuentra allí tomando un whisky doble. Le comenta que estuvo buena la obra y que después seguirán hablando. Yolai con una mirada tímida se vá a la habitación y hace el amor con él, con su marido Julio. La muchacha Yolai, no le quiere mentir, pero, se aferra al amor de Pedro. Contra la voluntad de un instante, se convierte por siempre en la amante de Pedro. Queda como una amante del amor, de la pasion, de la vida, cuando arde el calor en sus brazos entre Pedro y Yolai y no por su marido Julio. Yolai, quiere amar en realidad, pero se detiene en la ventana a hablar con Julio que fumaba un cigarrillo. Y le advierte que se tiene que ir de la ciudad por un poco de tiempo, porque realizó y firmó un préstamo en el extranjero que no le convenía hacer. Le pregunta por Pedro, y ella en su negativa de dejar una evidencia que entre Pedro y ella sucedía algo, le dijo “bien”. El tallador de madera, Pedro, fue a su taller a laborar conjuntamente con su perro fiel Rufo. Rufo ladra insistentemente en la puerta, y se espera a que Yolai entre a saludar a Pedro y le dice con un beso, que “lo que nos espera es amor, Julio salió de la ciudad esta mañana porque…”, y le cuenta todo a Pedro. Yolai, confía plenamente en Pedro y aún así se van a vivir a la casa de Julio por un tiempo. Yolai y Pedro sin escrúpulos por amar plenamente a Yolai, se dirigen a la habitación desnudos de tanto besar y de tanto amar. Y por razones obvias se aman una y otra vez. Cuando el infierno arde sin temor por la oscura tiniebla que esta por irrumpir sus rutas sin saber que el silencio marca un gran precedente. y fue que Julio no se marchó lejos de la ciudad se quedo observando todo. Cuando de un tiempo acá, calló eternamente y para siempre el idilio entre Yolai y Pedro. Y Julio se dijo, “gano él la competencia”. Y se dirige hacia la cocina y toma un arma blanca punzante. Decide ir tras de Pedro y asesinarlo. En su mente sólo existe, la muerte, los celos lo matan, como siempre se ha evidenciado. La muerte ha llegado y a penetrado en la casa de Julio. El amor sólo queda en aquella ventana, donde le expresa a su esposa Yolai, que se marcharía lejos de la ciudad. En la ventana una flor en el lecho, recostada del amor, que quizás el tiempo, quedó como aliado. Un amor secreto, escondido, como las sombras muertas bajo un árbol. Y se le olvidó Pedro cerrar la puerta de su taller. Cuando en un tiempo estaba lejos de la casa de Julio. Y zucumbió en desiertos, la soledad tan triste, tan desolada, tan penitente. Y el silencio se escucho en la casa de Julio. Cuando la sangre corrió en el taller de Pedro, cuando se hirió persistentemente con la gubia. Y la sangre corrió por el taller como gotas altas de plétora abundante. Mientras tanto la flor llamada Yolai, quedó eternamente cansada de amar a Pedro. Durmió una siesta, mientras que Julio en el sofá de la esquina la observaba. Y cuando se despertó continuaba Julio en el sofá, ella se levanta sobresaltada y esperaba a que el café estuviera listo y preparado, cuando Julio se disponía a dar. Yolai, inocente de todo, se pregunta en su interior, “¿dónde está Pedro?”. Y la sangre corriendo en el taller de Pedro. Y decide quedarse con Julio toda la noche como él le pedía. Mientras que Pedro sangraba insistentemente en el taller detrás de su casa. La madera en ébano, se tiñó de sangre, la constancia de una labor entera e inmensa entre los escombros dejados por el dolor que Pedro tiró alrededor. El taller quedo destrozado y bajo la lupa del inspector cuando murió Pedro. Mientras en el taller de Pedro, se preparaba todo para la investigación cuando se advierte en primera plana que “El tallador de madera fue asesinado”. Y la prensa y todos los vecinos se disponen a dar su versión cuando el inspector da su opinion al respecto de la escena.
Continuara………………..