Pido a Dios que de primavera
Sea el día en que yo muera,
Con canto de aves, luz y flores,
Que mitiguen mis dolores.
Y en mi lecho recostada,
De las personas que amo rodeada;
Para el gran paso en calma dar.
Cuando mi vida vaya a acabar.
El ángel que de la muerte es mensajera,
Vendrá por su nueva pasajera;
A cortar el cordón de plata
Que a este mundo me ata.
¡Sólo un momento!, le diré a la muerte;
¡Un momento! para poder verte,
Y abrazarme de ti, ¡querido amor!,
Y así mi alma sentirá menos temor.
Y cuando mi alma ya se haya ido,
No lloren, ¡Feliz he sido!,
Con sonrisas, triunfo, dicha, goce;
¡Dejen que el cuerpo repose!
Pero no en un ataúd frío,
No quiero allí el cuerpo mío;
Quiero una cama de flores,
De muchos, muchos colores.
No me recuerden llorando,
Háganlo, pero cantando
Esas bellas melodías,
Que me alegraron los días.
No usen luto, yo les ruego;
No es el fin, ¡les veré luego!;
Sólo me voy adelante,
Pues la vida es un instante.
Hagan en campo las misas,
Quiero mí cuerpo en cenizas;
Y al siguiente amanecer,
Al mar las dejen caer.
Rezando una oración,
Y entonando mi canción;
Así quiero, que sea el día aquel,
Cuando Dios me lleve con él.