Amaneciendo al mundo despierto, dándole fragancia al aire y color al cielo. Así apareces por la mañana, como un animal de lomo resplandeciente al que miro con los ojos entreabiertos y de soslayo, no sea que me pilles y se te suba a la cabeza. Aunque sé que sabes que te observo, cuando no me miras, y sé que sabes que lo sé. Seguro que aún tienes algún poro inexplorado en tu tersa piel. Por más que la recorra una y otra vez con mi lengua, sigue teniendo el mágico atractivo que el agua tiene para la boca del sediento...