Existía un anhelo bilateral
de incinerar nuestras máscaras
aquellas, que solemos instalar
para adecuarnos a las leyes de terceros.
Pues una necesidad íntima y sincera
que emanaba de nuestras almas
quería emular al vuelo de las aves
añorando recorrer grandes distancias
sin rendirle cuentas a nadie.
Prendimos fuego a nuestra antorcha
la llama inédita nos cautivó en su rito
nuestra firma nunca se estampó en contratos
sino en la piel
nunca erigimos estatuas al juramento
solo bebimos de la piedra filosofal
sorbo a sorbo beso a beso
sin pensar en el futuro
sin pensar en el protocolo
sin idealizar mundos.