“Actor eterno . . . cantante.”
Mis respetos, va una loa,
pa’ Mazatlán, Sinaloa,
la cuna de Pedro Infante
que nos siga cante cante.
El recuerdo aquí se siembre,
un dieciocho de noviembre,
año de mil novecientos
diecisiete, frescos vientos.
Sobre México soplaron
la palestra decoraron,
pues, nuestro “Idolo Inmortal”,
el de la voz más formal.
Vino al mundo a desgranar
su tonada a engalanar
puritito sentimiento
musical del firmamento.
Como charro mexicano
digno estilo campirano
en la música ranchera,
fue el bolero su bandera.
Trescientas cuarenta y cuatro
canciones son fiel retrato
de la inmensa trayectoria
del trovador de la gloria.
En el disco de acetato,
de vinil, un mayor dato,
dejó plasmado tal canto,
la copla, todo el encanto.
De muestra basta un botón
su “Amorcito corazón”
que le cantó a “La Chorreada”
Blanca Estela, venerada.
Va un ramo de cempasúchil
pa’l “Idolo de Guamúchil”
que, por radio, televisión,
lució en la interpretación.
Si eso fuera insuficiente,
pues, la historia no nos miente,
fue un histrión muy de primera,
de espontaneidad sincera.
En el set, en el rodaje,
de sesenta films bagaje
sus películas adoradas
de la Época Dorada.
Del cine más mexicano,
tal esfuerzo no fue en vano
un Ariel, gran Oso de Plata
de Berlín, que se aquilatan.
Cien años del nacimiento
del hombre de más talento
que amó la carpintería,
el gimnasio, día con día.
Cien años del nacimiento
del cantante más contento
que practicó la aviación
y encontró su perdición.
Cien años del nacimiento
del actor, huella, cimiento,
del artista del decoro,
de “Tizoc”, de “Pepe El Toro”.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Ciudad de México, a 18 de noviembre del 2017
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