entregado,
desarmado...
frente a ese mar consejero y confesor...
¿Quién mejor que ese mar
para guardar tus secretos de tristezas,
tus anhelos no expresados?
¿quién mejor que él para escuchar los problemas
y devolverte con sus olas los consejos deseados?
¿quién cuando la soledad atrapa,
puede consolar mejor que él
tu ser con su vaivén
como una madre,
dulcemente,
acunándote en su regazo
Y no sentir más hiel
sino la fresca caricia de su abrazo?
Ese mar que con su espuma
enjugar sabe tu indomable alma
será, sin duda, tu excelsa calma.