Duro golpea inmisericorde la noche, la voz sin sonido logro con afán callar.
Terrible libertad que trae de lejano sitio la fuente misma del deasosiego y que en mi insolencia viene a acrecentar la tormenta.
Lo niego firme en la oscuridad, más al partir de esta realidad, vengativa destroza mi conciencia para hacer caer sobre mi espalda al despertar, la incomoda luz que, en la culpa, provoca que inicie una búsqueda en ajenos rostros, pues mis ojos urgían el abrazo que a mi alma proporciona tu bello semblante al sonreír.
Pero pronto averiguo que es completamente en vano, pues nadie en este mundo igualará la calidez con la que el vacío desaparece en tu presencia.
Noche tras noche, me azotó hasta hacerme ceder en la agonía de portarte y este texto ve la luz con letras que drenan el amargo sabor, que no siempre lo fue.
La lección fue aprendida, lejano podrá ser el tiempo pero condenado esta mi mundo a llevarte sin motivo y agradecido volteo a ver este plano, donde dispuestas las letras, me facilitan el sacar de la cabeza el universo de conjeturas que mitigan el dolor de esta ausencia inexorable.