Me enamore como pobre adolescente,
colgando mis ilusiones de las estrellas,
imaginando su sol puro entre la gente
hasta que un día le di mi corazón a ella.
En respuesta, la dama miró con belleza
las manos del hombrecito que la amaba
y le contestó eso era gesto de grandeza
quedando ella también de él enamorada.
De ahí en adelante todo era luz dorada
porque llegaron así de vuelta al paraíso:
lugar que hicieron suyo de bella morada
forjando, día a día, el amor que los quiso.
Fue un amor que se dio a primera vista,
un flechazo que Cupido hizo de verdad,
la unión de dos almas hecha por artista,
la voluntad de Dios que brilla en libertad.