MARÍA MORTAJA
Sus grandes ojos fundaron el mundo:
El río fue su anzuelo para desear vivir.
La destreza en la mano de su padre.
Y la lucífera inmensidad nocturna.
Evidenció el sabor del pescado con bollo.
Con ella, el carnaval se estremeció.
Bebió de la tinaja del amor infinito.
Un retoño prolongó su existencia.
En su sepulcro un faro, colorea el universo.
ARTURO MORA/17