Quizás son los expresivos colores
que sirven de cuna a la mañana,
esa pacífica maternidad del día,
que toma para sí
la magia del azul celeste.
Quizás es la frágil escultura cambiante de las nubes,
su danza
de vertiginosa altura,
por entre las cuales va corriendo el aire,
y que teje una red de móviles figuras.
Quizás son fragmentos de mi voz
declamando tu nombre,
o el vapor oxigenado de las hojas verdes
inundando los caminos.
Sólo sé, que todo te pone nombre.
Como ves, mi tiempo está contigo;
incurable manera de aliviar
ésta soledad de ti
que entorpece mis pupilas.