Deseo, tenue deseo de medianoche
que como lenta hiedra
subes por el pecho
y te enroscas al cuello
sofocándome, en este incipiente suspiro
en medio de la noche
que escapa entre las estrellas
atesoradas en la memoria.
Las mismas
que puntuales, precisas y finas
cubrieron de pudor
tus ojos, ahogados de mares
navegados por mis labios.
Deseo, tenue deseo
¿por qué te deseo esta noche?
entre las mismas estrellas
y mis labios varados
en los bordes de la almohada.