Tú y yo,
inaugurando una fiesta
en la antesala de la tarde,
emborrachados por
discretos olores de la piel.
Tú y yo,
poniendo en marcha
los sentidos,
descongelando lagos,
desarticulando la soledad.
Tú y yo,
dejando sin voz
los fonemas de la espera.
Tú,
vino fiel,
derramado
sobre los cuerpos del delito,
crepúsculo de gloria
en los graneros blancos.
Yo,
mirándote,
mi preferida,
la vida en el pulmón
izquierdo de mi pecho.
La abundancia anunciándose
en las palabras de los ojos,
y la astucia de tu boca
sellándome el aliento.
Embistiendo el horizonte,
con ternuras llenas de sabor,
abarrotadas de abrazos;
gritos de silencios
retratados en las caras.
Redactando oraciónes,
para transvasar
los íconos de tu piel,
hacia mis manos.
Y de repente,
ya eras mi refugio,
mi ser y no ser,
mi cabaña con flores,
mi país lleno de olas y gorriones.