Am. S. D

Avenidas que prometen no gritar.

Estos versos dibujan la escena de una agresión machista en la que el narrador es el hombre y la hoja representa a la posición de la mujer siendo víctima. También quise plasmar la estructura patriarcal en nuestra sociedad y de qué manera es tomada legalmente una violación.
 

       Luces que se despliegan bajo mis pasos inconscientes 

rescrebrajan aceras que hierven mientras me inclino para esquivar una hoja caída.


Una rémora histérica sin vida
se entrega otra vez al color gris de una calle tan quieta

Es olvidada entre dos autobuses vacíos
mientras se desgastan sus pliegues vencidos de planta.
Presencio desde aquí como se lamenta
La observo mientras ando y evito encontrarme con sus ojos.
Su llanto hace eco
sin respuesta.
Ella se muere y nadie lo sabe
Es solo una hoja
Que duerme
En un reflejo ennegrecido
crimen del tiempo.

Quiere volver a nacer
Invencible.
Ser un rostro cubierto de espinas
para que mis pasos ahora la esquiven
por temor a enrredarme en su tacto.
Pero es tarde
Nunca dejará de ser hoja triste
en la que se desdibuja el mundo sobre su piel derrotada.


Y yo sigo sin poder oírla.


El ruido de las sombras equilibristas que bailan sobre su recuerdo
acuchilla mis oídos.
Pero sé que grita
Sé que ha dejado de respirar,
su pelo arde.
‎ Yo solo estoy existiendo.
Y mis pasos tocan el suelo cada vez más fuerte.

Entonces fue esa entrañable noche
detrás de la misma oscuridad despierta,
cuando su alarido corrompió la tierra de mis zapatos.
Me detuve cubriéndo su cuerpo con mi silueta negra
y noté que se había hecho más grande.

                          –Me haces daño cuando caminas. —articuló. Su voz Indeble se partía en la trama de unos ojos caídos como ella misma.


Ya no temblaba.


    –Estoy en todas partes. —Respondí.
El cadáver de mis palabras se fundió entre el silencio
Y el grito abandonó de pronto su cuerpo.
Volvía a ser pequeña
Sus esquinas se contorsionaban en agonía latente.
Y sin frenos se doblaba cantando su muerte en un susurro.


Seguí mi rumbo. 
Mirando al frente para no caer de nuevo en la sangre que está por derramarse.
Todo vuelve a estar bien.
El sol ha salido
Y el barro de mis manos vuelve sigiloso a su cuna.
La ciudad es ahora un túnel de espejos
donde me miro si querer
y no existen lágrimas en el páramo de mi culpa.
Me veo en cada rincón del reflejo. 
En cada rostro de ojos sin fondo. 

En cada piel cubierta de espinas.