Cuando tus oídos se enamoran.
Cuando tu alma siente aquellas melodías.
Cuando el violín me hace sentirme afligida.
Cuando el piano me hace sentir en parsimonia.
Cuando el chelo me hace sentir melancólica.
Cuando la orquesta se hace sempiterna.
No importa las manos que interpreten a Chopin, Bach o Beethoven.
Siempre me hacen sentir anonadada.
Cuando en el conticinio de la noche me gusta escuchar para no sentir ese sabor de la melancolía y poder imaginar en las utopías que podrían suceder en el mundo.