Había crecido como tantos niños
con juegos que la modernidad ha olvidado por completo,
entre las calles de mi barreada se respiraba un aroma fuerte
de principios inculcados de la tradición familiar.
Recuerdo sentado en el corredor oyendo a un viejo
contar mil historias, recuerdo los amigos de mi niñez,
recuerdo pasear entre cafetales y naranjales,
entre guayabales y riachuelos claros como cristales limpios
dando un ansia de nadar en ellos.
Recuerdo mi pueblo sano, limpias sus calles y de ciudadanos honestos,
recuerdo mi pueblo pequeño como ha crecido,
el paisaje es hoy tan diferente, las bocinas de los autos
irrumpen salvajes entre la quietud de cada esquina,
entre el ir y venir de las gentes sumerjas en el stress acelerado
de la vida…parece todo un alboroto y una locura…
Hace tanto tiempo y me parece tan poco, todo ha cambiado
para bien o para mal, mi gente ya no es la misma,
y la plaza, y la escuela, y la iglesia parecen sucumbir
en el ajetreo mundano de su progreso decadente…
Hoy mi plaza ya no es mi plaza, donde cada tarde
era escondite para tantas travesuras y juegos de pelota,
hoy mi plaza es de gentes extrañas, de vicios y raras mañas,
hoy mi escuela ya no es mi escuela, ni mi iglesia
Ni mis ríos ni tantas cosas buenas que parecen
morir en los recuerdos de mi pasado,
¡Como añoro esos tiempos!
Aquella vida empapada en la herencia de nuestros padres,
en lo sano y placentero que era correr descalzos en el pasto,
las exploraciones sobre las veredas que acompañaban
los ríos y las arboledas…!Que vida aquella que no volverá!
Hoy la vida es otra, la gente es otra, la barreada ya ha cambiado,
y la plaza, la escuela y la iglesia parecen sucumbir en la Gomorra
del desarrollo, y la decadencia parece inhibir la firmeza heredados
de nuestros antepasados, como tantas cosas buenas que no volverán
parece que todo muriera sin trascendencia en la memorias de nuestras
generaciones.
¡Oh que vida aquella que no volverá!