argantonio

Recordando a Quevedo

Ese que conduce orgulloso el todo-terreno,

hasta ayer pobre y descalzo andaba,

ayunó, no comía más bien devoraba,

y cuanto mendigaba le parecía bueno.

 

Hoy avispado ha sabido abrirse camino,

sin haber estudiado en la universidad,

ha aprendido del rico a vivir sin caridad,

y ya está rollizo como un buen porcino.

 

Nada desde entonces ha cambiado,

desde Don Francisco de Quevédo,

salvo la suerte y la desigual fortuna.

 

Todo depende  de los hados,

a ellos, si hay que tenerles miedo,

salvo que te arrimes a una buena cuna.