Sin rumbo o donde aferrarse mas que a un par de hilos sangrientos que me atan al pasado, rasgándose a cada calo profundo.
A 250 cigarros por hora, hagan cuentas, he roto todos los radares.
En caída seca hacia el vacío, como un paracaidista sin mochila a la espalda; un techo de estrellas se desmorona.
He dormido a dos metros del delirio y he soñado que el pecho me latía, arropado bajo la desgracia de la soledad mas pura, dandole pie al desahucio.
Como brillan las palabras del poeta olvidado bajo la luz de una luna roja que se consume, como duele la verdad que esconden y la agonía que nace de la verdad.
Como se derrama el alma a cada paso, restándole nobleza a los sentimientos, rodeada de la clase de elegancia que produce la indiferencia.
A la agonía, al olvido, a la verdad; a cada espina nostálgica clavada en mi costado y a la mirada envenenada de Perséfone;
Manifiesto que hoy me retiro del exilio, renuncio al desamparo. Que hoy he dejado de vivir para obviar como muero.