De Gaviota Romero
La noche extiende su manto, ya todos tenemos sombras.
La noche es la dueña de todo aquel que dormido se quedó.
La noche quiere entrar por las ventanas, pero la luz no la deja.
La noche a veces tiene la luna por compañera,
y otra está tan sola, como la roja amapola.
La noche muere al nacer la madrugada.
La noche es también de algunos la compañera
y a veces no la comprenden
cuando sus sentidos embotan con el alcohol mal oliente.
La noche se desliza suavemente, acaricia a los durmientes,
se posa en las suaves almohadas; para robarles los sueños
que se esfuman al llegar la madrugada.
La noche ya terminó, atrás quedaron los sueños,
las cosas ya toman formas.
Los grillos callan sus cantos
y al nuevo día saludan las aves madrugadoras.
De nuevo al caer la noche y al adentrarse las sombras
volverán a nacer los sueños,
que la noche generosa a la humanidad regala:
sentimientos, anhelos, deseos, que siente el alma;
y sólo pueden tenerlos cuando toman por compañera
a la noche y en su regazo descansan.