Querer es una decisión.
Al menos, es algo que llevo repitiéndome estas últimas dos semanas.
Aunque, el tiempo, ya no significa nada.
Recuerdo cómo te decía que yo no elegí enamorarme de ti.
Ahora, en frío, sé que estaba equivocada; aunque, en caliente, te habría dicho «te quiero».
También estoy empezando a entender que tú nunca elegiste quererme.
Me advertiste, claro.
(Ni siquiera me queda la culpa).
Creí que darme cuenta de esto no me dolería.
Al menos, tanto.
Supongo que nunca es fácil admitir que alguien por quien lo diste todo,
no vio nada en ti que amar.
Y duele casi igual, o más, que aquel soleado día de mayo,
cuando te alejaste con mi vida entre tus manos.
Siento no haber sido aquello que necesitabas.