Lloraste aquella noche prendida y derramada
y yo bauticé en ese Jordán mi llanto,
doliste como un ataúd cerrado...
dulce muchacha ese viernes ahogo su canto.
No sé si fue de Noviembre aquella luna
donde mis manos olvidaron la memoria,
se incrusta el dolor con espinas de tuna.
Exequias de un amor que se harino en la noria.
Antes de callarnos lo último,
y clavarnos las tibias agujas
del reloj que muere mientras puja,
se quedan mil cenizas olvidadas
En la abrupta noche del espejismo
y de mi raíz desenterrada.