Alberto Escobar

Leamos a Bauman

 

 

 

Tras el telón, que se apresta a descorrer, se sientan compungidos
dos amigos al fuego de una mesa, sin camilla, que caldea pesares
añejos. Se lanza al descargo uno de ellos, en primera instancia.
Uno de ellos.- Tengo un trabajo tiempo ha, pero presiento el final.
El otro.-¿El final de qué?
El primero.-¡Qué va a ser alma de cántaro!
El segundo.-¡A bien! ¿Te refieres a que esperas pronta tu defunción?
El anterior.- No, pendejo, me refiero a que me huelo empezar otra vez
de cero en lo que a lo laboral se refiere.

El que está al lado.- ¿Y eso... a santo de qué te viene esa nube a tu cabezota?
El que le aguanta.- Mira, a ver si consigo explicarme. Recuerdo que mi padre
se jactaba de alcanzar el jubileo en la misma empresa que le vio nacer a eso
de levantarse temprano para que te exploten. Todos los confundidos de mi
edad nos marcaron con esa divisa cuando eramos renacuajos y ahora, donde el
presente viaja en nave espacial, el pasado y la experiencia caducan cual un papel
que osa acercarse a una candela. Me siento naufragar a poco de la orilla de una
realidad líquida que devora barcos de papel como el mío.

El que le escucha.- No te entiendo una palabra, como te llames. ¿Qué me dices
de realidad húmeda o no sé qué? Me estoy haciendo un nudo.
El santo Job que le acompaña.- Bueno, vamos a dejarlo, que no tengo más ganas
de explicarte. Léete si te atreves la \" Modernidad Líquida\" de Bauman, que por cierto
murió hace poco y no me enteré hasta enterarme de esto que te he contado.